El arroyo que yo he visto salir a la luz, tan limpio y alegre en el manantial, no es ahora más que una alcantarilla, en la que toda una ciudad arroja sus desechos.
No es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia.
Aunque manida, es una observación certera que los ejemplos tienen más fuerza que los preceptos: y si esto es exacto en lo odioso y censurable, todavía lo es más si nos referimos a lo agradable y digno de alabanza.
Es difícil hacer a un hombre miserable mientras sienta que es digno de sí mismo.