Si reinase la justicia bastaría con haber construido nuestra casa y no se necesitaría otra protección que la del derecho público de propiedad. Pero como lo que está a la orden del día es la injusticia, se exige que quien ha construido su casa esté también en condiciones de protegerla; de lo contrario, es incompleto su derecho a ella y el agresor tiene derecho a la fuerza bruta.
La discriminación, el entendimiento incompleto y fragmentario, siempre se encuentran en el punto de partida del conocimiento humano.
La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no lo configura ese tiempo vacío y homogéneo, sino el cargado por el tiempo-ahora.
Al negarnos a aceptar un poder superior inmutable que nos supera, hemos colmado el vacío a golpe de imperativos personales y, súbitamente, nuestra vida se ha vuelto espeluznante.
Lo inacabado no es nada