A través de su permanente quehacer transformador de la realidad objetiva, los hombres simultáneamente crean la historia y se hacen seres histórico-sociales.
Los celos son un transformador extraño del carácter.
¿No sería más progresista preguntar dónde vamos a seguir, en vez de dónde vamos a parar?
Un progresista es un hombre con ambos pies firmemente plantados en el aire.
Mientras el trabajo se percibía como una alienación cabía hacerle desempeñar un papel subversivo (...) Pero en nuestra nueva logística de interacción hombre-máquina ya no hay tan trabajo. El hombre y la máquina están en interfaz. Ya no existe un sujeto del trabajo.
Los autores hablaban de las hormonas de la felicidad y de cómo una flotaba sobre una nube rosa al tener a su hijo en los brazos y, por supuesto, sentía un amor absolutamente subversivo por aquella pequeña criatura nada más verla.