El buen gusto está en el centro de todo, como la virtud, entre la ordinariez de los plebeyos y la de los escogidos.
Uno puede ser llamado en cualquier momento a librar una dura batalla; si se muere habiendo descuidado su pulcritud, se da muestra de una relajación general de las buenas costumbres y uno se expone al desprecio y al descuido del adversario. Esta es la razón por la cual los viejos y jóvenes Samuráis han aportado siempre un gran cuidado en su presentación.
Hoy día las buenas personas son un descuido de la naturaleza.