El buen gusto está en el centro de todo, como la virtud, entre la ordinariez de los plebeyos y la de los escogidos.
Aprovechaba el momento de emoción y descuido del alma cándida, conquistaba con inteligencia y pasión, sabía esperar una caricia involuntaria, suplicar o exigir una confesión, captar el primer latido del corazón, perseguir el amor, lograr de repente una entrevista secreta y después dar a solas lecciones en silencio.
Hoy día las buenas personas son un descuido de la naturaleza.