Creo que el mayor activo que un presidente puede tener es la capacidad de obtener una buena noche de sueño.
Sin rastros de ese gusto literario que atiende menos al asunto que a los medios, sus predilecciones se orientaban hacia aquellos libros hacia los que cualquier mente sana y superior, ocupada en algún cargo activo y de autoridad en el mundo, tiende naturalmente a inclinarse: libros que trataban de hombres y hechos reales, cualquiera fuese la época.