La pasión por la música es en sí misma una confesión. Sabemos más de un desconocido que la tiene que de alguien insensible a ella que frecuentamos a diario.
En la miseria de la memoria reconoces por primera vez a los ciegos, llenos de agua cobriza, por sus magulladuras y sigues sus huellas, tú, desconocido y desamado por ti, ciego y lazarillo al tiempo...