No, es que yo no quiero más nadar en piletas. Quiero vivir aquí, más quiero cambiar, cambiar para sentirme vivo y te daré una flor antes que un decadrón... ¡Oh! Mi amor, estoy tranquilo pero herido.
Por así decirlo, la religión es lo más profundo y tranquilo del mar, que sigue tranquilo por alto que las olas suban.
Cuando uno está dominado por el lujo, la privación de lo superfluo le es casi tan sensible como la falta de lo necesario
Pero a mí nada me entusiasmaba tanto como el mar, y dominado por este deseo, me negaba a acatar la voluntad, las órdenes, más bien, de mi padre y a escuchar las súplicas y ruegos de mi madre y mis amigos. Parecía que hubiese algo de fatalidad en aquella propensión natural que me encaminaba a la vida de sufrimientos y miserias que habría de llevar.