La escritura no es en modo alguno un instrumento de comunicación, no es la vía abierta por donde sólo pasaría una intención del lenguaje. Es todo un desorden que se desliza a través de la palabra y le da ese ansioso movimiento que lo mantiene en un estado de eterno aplazamiento.
El eterno femenino nos atrae hacia lo alto.
Todas las cosas por un poder inmortal cerca o lejos ocultamente están unidas entre si, de tal modo que no puedes agitar una flor sin trastornar una estrella
Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal.