El brío del texto (sin el cual en suma no hay texto) sería su voluntad de goce: allí mismo donde excede la demanda, sobrepasa el murmullo y trata de desbordar, de forzar la liberación de los adjetivos que son las puertas del lenguaje por donde lo ideológico y lo imaginario penetran en grandes oleadas.
Deberíamos conseguir entre todos ese espacio emocionante que se alza de la suma de contrarios, y no como siempre de la victoria de unas opiniones sobre otras