Supongo que ningún escritor jamás se deshace de sus viejas corbatas amarillo azafrán. Tarde o temprano aparecen en su prosa y maldito lo que puede hacer al respecto.
Por los dioses, era mucho mejor cuando éramos apenas cuatro contra ese maldito gran dragón, pensó Vimes mientras caminaban. Desde luego, casi nos quemamos vivos varias veces, pero al menos no era complicado. Era un condenado gran dragón. Podías verlo venir. No se ponía político contigo.
A todos nos dicen que no valemos nada, y nadie te da una oportunidad en este mundo, siempre hay un desgraciado que intenta humillarte y hasta que mueras alguien pensará que tú eres un imbécil; tienes que hacerte tu propio mundo hasta que te escuchen.
Debes ser muy desgraciado para mostrarte tan cruel.