El poder de librarnos del amor surge de dos modos: o por el conocimiento de una cosa mejor o por la experiencia de que la cosa amada, que antes fue tenida por grande y excelente, lleva consigo mucha desventura y desgracia.
No podría sobrevenir mayor desventura que librar la imperfecta naturaleza humana del único látigo que la hace progresar: la necesidad y el hambre.