Estoy al fin bajo la desagradable necesidad de decirte que a pesar de todos los ahorros y cuidados, estoy sintiendo la estrechez económica. Realicé mis últimos viajes como un mendigo, pero los gastos en alimentación para mí y mi caballo son inevitables y costosos.
Estoy verdaderamente horrorizado por el hombre moderno. Tal ausencia de sentimiento, tal estrechez de miras, esa falta de pasión y de información, como debilidad de pensamiento
He descubierto que todo el malestar de los hombres deriva de una sola cosa: no saber permanecer en reposo en una habitación.
Formación científica, corrección ética, respeto a los otros, coherencia, capacidad de vivir y de aprender con lo diferente, no permitir que nuestro malestar personal o nuestra antipatía con relación al otro nos hagan acusarlo de lo que no hizo, son obligaciones a cuyo cumplimiento debemos dedicamos humilde pero perseverantemente.
Un Cristo, anotó el chico de El Mundo, el chivo expiatorio, el idiota que sufre el dolor de todos.
Por la calle pasa un obrero. ¡Qué firme va! No tiene blusa. En el cuento, en el drama, en el discurso político, el dolor del obrero está en su blusa azul, de paño grueso, en las manos gruesas, en los pies enormes, en los desconsuelos enormes.
Vivir cerca de personas cuya condición representa un reproche ético permanente es una fuente de incomodidad incluso para los ricos.