El que lucha con nosotros fortalece nuestros nervios, y acentúa nuestra habilidad. Nuestra antagonista es nuestro ayudante.
El hombre superior no discute ni se pelea con nadie. Sólo discute cuando es preciso aclarar alguna cosa, pero aún entonces cede el primer lugar a su antagonista vencido y sube con él a la sala; terminada la discusión, bebe con su contrincante en señal de paz. Estas son las únicas discusiones del hombre superior.