Este viejo demente ni era patriota ni sarraceno, y por sí nada podía hacer.
¿Algún viejo profeta ha dicho algo sobre los bastardos entrometidos que acaban consiguiendo que les calienten las orejas a puñetazos? —preguntó el soldado.
Procura no envejecer. Cada año que pasa, más grata se me hace la idea del precipicio. Lo único que me cabe esperar es que me vuelva tan senil que me sienta otra vez como a los veinte años. No me habría importado volver a vivirlos.