Flores rojas de ciruelo; el sol poniente ataca pinos y robles.
Estuvo allí algún tiempo paseando mientras contemplaba el espléndido fulgor del cielo de poniente y se decía, como en otras muchas ocasiones, que estaba en el país de los atardeceres. Había algo en aquellos radiantes abismos de fuego que le desataba la imaginación; siempre descubría imágenes y promesas en aquel cielo.
Fuimos reserva espiritual de occidente para el franquismo; con el boom económico mundial, reserva de mano de obra barata para Europa; y ahora, en la democracia, reserva armada de la Otan.
Llega la voz de Oriente. Llega el occidente en habla, llega la hecatombe con la muerte del oro y el encumbramiento del hambre. ¡Llega el fin!