Mis dibujos inspiran, no se definen. No determinan nada. Ellos los colocan en el ambiguo mundo de la indeterminación. Se trata de una especie de metáfora.
En el tiempo real, en la historia, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas opta por una y pierde las otras; no así en el ambiguo tiempo del arte, que se parece al de la esperanza y al del olvido.
No estoy de acuerdo con encerrarse en las habitaciones.... El mundo solitario abstracto de cada uno debe de ser el resultado de sus paseos... Mirar para poder ver y para poder elegir.
Pero la idea fundamental era la misma: crear un programa que obligase al computador a actuar emocionalmente, como una persona. (...) Cada uno de los programas podía reaccionar con tres estados diferentes: amor, miedo e indignación, y con tres iniciativas: acercamiento, retirada y ataque. Todo ello, naturalmente, era abstracto en extremo.
No estaría exagerando si dijera que si toda la bebida de licores fermentados fuera abolida, todo tipo de delincuencia pasaría a un cuarto de su valor actual, y el tono del sentimiento moral en el orden más bajo podría ser por tiempo indefinido elevado
Mientras más largo sea el tiempo que la URSS permanezca rodeada por un medio capitalista, más profunda será la degeneración de los tejidos sociales. Un aislamiento indefinido provocaría infaliblemente, no el establecimiento de un comunismo nacional, sino la restauración del capitalismo.
Cuando quiero mirar nuestro mundo con los dos ojos, lo que percibo son dos mundos superpuestos: uno luminoso y claro, sorprendentemente nítido; el otro impreciso y sutilmente sombrío.
Pocos son los escritores que renuncian. Jugamos a creernos inmortales. Nos equivocamos en el juicio de nuestras propias obras y en el juicio siempre impreciso de las obras de los demás. Nos vemos en el Nobel, dicen los escritores, como quien dice: nos vemos en el infierno.
Súbitamente empezó a pensarse que el hecho de que el gobierno hubiera quedado sometido al control de la mayoría hacía innecesario mantener sobre él cualquier limitación, por lo que cabía impunemente abandonar todas las salvaguardias constitucionales.
Nos escondemos en la fría indiferencia al sufrimiento innecesario de otros, incluso cuando lo causamos.