Si un corazón triste pudo ver la luz, si hice más liviano el peso de tu cruz, nadie tiene a nadie y yo te tengo aún, dentro de mi alma. Siento que me amas, chau, hasta mañana.
¡Ay, durante mucho tiempo yo no pude olvidar dos piernecitas! triste y desencantado, todavía me acuerdo de ellas y en sueños me perturban el corazón. ¿Cuándo y dónde, en qué desierto las olvidarás, insensato? ¡Ay, piernecitas, piernecitas! ¿Dónde estáis ahora?
Nuestra intuición de Dios es una prueba insuficiente de su existencia. Hay otra más sólida: nuestra capacidad de dudar de él.
A deshora me levanto de la cama sin nada que hacer, me declaro insuficiente y siempre fuera de la ley.